Aquellos tiempos del futuro
Capítulo 5
El Inspector
Por la reducida ventana de la puerta Jaime podía ver los
rostros de los dos detenidos. Se habían cumplido los pronósticos del portugués,
una vez más, y, junto con dos jóvenes de aspecto bastante convencional, habían
capturado una bolsa con material explosivo. Todavía vestían los uniformes de
trabajo.
- - Llevan varios años trabajando en el edificio.
Uno de ellos era incluso responsable comercial de un departamento. No saben
nada, solamente afirman desear “derribar el status quo actual” y han confirmado
que debían llevar el paquete al distrito norte, para más tarde dejarlo en un
cubo de basura. Demasiados intermediarios .
- - Inspector Varela – el teniente Santos cargó su lengua
– me trae sin cuidado que hayan capturado a dos vendedores de perritos
calientes con los pantalones mojados. Lleva años trabajando en el caso, en MI
departamento, ¿y cuáles han sido los resultados? Déjeme que se lo diga; una
mierda de resultados. Sindo Luvarco está muerto, los de homicidios no paran de
recoger cuerpos de los subdistritos de la ciudad. Se están matando entre sí y
usted me trae a dos gilipollas en lugar de desmantelar una organización que lleva
persiguiendo desde que está a mi mando. ¿Qué cojones quiere que le diga al
comisario y al alcalde?
- - Con todos los respetos teniente – Jaime levantó la mirada para encontrarse con las de aquel hombre con barba canosa y mirada
chispeante, y sintió como si estuviese viviendo un capítulo de “El ruido y la
furia”- No tenemos medios suficientes para hacer lo que es necesario,
investigar el tráfico de drogas en los suburbios es lo que nos llevará al
centro de la organización en lugar de detener a individuos que jamás nos
llevarán a ninguna parte. Se financian con la venta de marihuana y heroína
teniente, y mientras no cortemos sus líneas de efectivo, seguirán teniendo
acceso a tecnología, armas y a la posibilidad de sobornar a cargos públicos y
privados. Si atacamos ahí, serán nuestros. Hable con el alcalde, consígame un
equipo y levantaremos los distritos Norte y Este para que salgan de las
alcantarillas hasta las cucarachas.
- - Ya le he dicho en más de una ocasión que eso no
es posible, no tenemos presupuesto. Sin embargo, sí llega para pagarle a usted
el sueldo, tráigame resultados o no garantizo que su culo permanezca por más
tiempo en esta oficina.
Santos se giró bruscamente y entró en su despacho. Fuera
quedaba un ir y venir de personas, sonidos de teléfonos y el carrito del café
haciendo su ruta entre los escritorios y los despachos. En el centro de dicha
vorágine, Jaime, aprentando los dientes se dió la vuelta y anduvo ligero hacia
la habitación en donde permanecían los dos detenidos, esposados y sentados
frente a una mesa. Entró y cerró la puerta.
- - Muy bien señores. Antes comentaban que no sabían
quién se había puesto en contacto con ustedes. ¿Lo han recordado ya o todavía
quieren esperar a su abogado? – Jaime se desprendió de la gabardina para tomar
asiento en frente de los dos jóvenes.
- - Abogado – fue lo único que dijo el más joven, un
chico rubio de pecas sentenciosas.
- - Pues espero que se de prisa.
La sorpresa de no saber qué estaba ocurriendo, la distancia
de la puerta en la gran sala de la comisaría y el proceso identificativo para
abrirla, le proporcionaron a Jaime el tiempo que necesitaba. Dos policías
tardaron unos quince segundos en irrumpir por la puerta de la habitación y
sujetar a Jaime por hombros y brazos para que parara de golpear al joven que
yacía con la cara ensangrentada en el suelo, todavía esposado.
Al día siguiente...
- - Me han suspendido de sueldo y empleo de manera
indefinida, ¿te lo puedes creer?, falta mano dura en esta ciudad.
- - Estás loco.
- - Necesito que me hagas un favor, venga por los
tiempos de la universidad, además hace mucho tiempo que no te pido un favor, y
me debes una, ¿recuerdas?. ¡Ja! Nada mejor que el mismo Luis Ulloa, en lo alto
de su imperio, te deba un favor – Jaime sonreía al otro lado del teléfono.
- - Eres un cabrón Jaime, y lo sabes... qué necesitas.
- - Primero volver a trabajar, esta ciudad necesita
a un buen detective como yo, y no a esa panda de vagos que pueblan las
comisarías. Después, que hables con el alcalde para que se ofrezca a financiar
un grupo de investigación de narcóticos en los distritos Norte y Este de
Santiago. Con buenos medios y profesionales, necesito un jodido equipo de
soldados, no secretarias y recién bautizados. El teniente Santos no tiene
pelotas y no le pedirá nada al alcalde o al comisario, mucho menos si es para
mi, si fuese por él yo estaría ahora mismo poniendo multas de tráfico.
- - El alcalde me pedirá otra donación, ¿qué se
piensa? ¿qué soy rico?. Joder sí, lo soy, ¡pero venga!. No te prometo nada, es
más complicado de lo que piensas.
- - Estoy convencido –dijo Jaime con voz pausada y
meticulosa- que tus terrenos en los suburbios se revalorizarán cuando estén
limpios, y te prometo que tengo material acumulado a través de largos años de
investigación para limpiar esta ciudad. Considéralo una inversión a medio
plazo.
- - Ah Jaime, eres un hombre práctico, eso me gusta.
Al otro lado de la ventana del apartamento Jaime vió
llover copiosamente sobre las gigantes pantallas que, colgadas de los
rascacielos como si fuesen cuadros, anunciaban cigarrillos electrónicos, algún nuevo espectáculo de la ciudad y comida no contaminada
Continuará...
Capítulo 1 - El Inspector - David Taboada
Capítulo 2 - El Peregrino de Santiago - Emilio Armada
Capítulo 3 - Asha - María Taboada
Capítulo 4 - El Enmascarado - Jóse Luis Modroño.
Capítulo 5 - El Inspector - David Taboada
Capítulo 6 - Áine - Emilio Armada
Capítulo 7 - La tarjeta del peregrino - María Taboada
Capítulo 8 - Andrés Tártaro - José Luis Modroño.
Capítulo 9- El Inspector - David Taboada
Capítulo 11 - Consecuencias - María Taboada
Capítulo 12 - El Ojo Blanco - José Luis Modroño.
Capítulo 13 - El portugués - David Taboada
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